17 de agosto de 2012

Nota del editor. ¿La vuelta de Al Norte por el Noroeste?

Dos años han pasado ya desde la publicación del último post en mayo de 2010. 
Lo que parecía un proyecto sólido y apasionante murió al terminar el año "natural", ya que la falta de tiempo e implicación, favoreció la no renovación del dominio y con ello la caída del blog al limbo de internet.

Todo el material estaba ahí pero innaccesible para los lectores, que sumaban ya casi 8000 visitas cuando dejamos de publicar. Hace unos días, trabajando en mi página web profesional, me lamentaba de haber perdido gran parte de los archivos de texto relacionados con Al norte por el Noroeste, pero ayer mismo me vino algo a la cabeza. ¿Y si los archivos siguen en el servidor de Blogger?

Efectivamente, ahí estaban. En un arrebato, estuve a punto de volver a pagar la cuota anual del dominio .com pero antes de ello rescaté la dirección gratuita para ver si seguía todo funcionando correctamente. Viendo la calidad de todos los artículos, me sorprende la complejidad de alguno de ellos, me entran muchas ganas de retomar este proyecto. El tiempo apremia y lo hará mucho más a finales de este año con todo lo que va a suponer mi cambio de residencia, pero aún así podríamos intentarlo una vez más.

Dejo las puertas abiertas a los colaboradores que quieran participar, aportando su granito de arena y deleitándonos otra vez con interesantes posts cinéfilos. No sé como saldrá esta jugada, pero al menos dejar visible todo este trabajo previo me parece una buena idea.

De momento, me animaré con una de las películas que más me han marcado en los últimos dos años, The Chaser, del coreano Na Hong- Jin. Muy pronto en Al Norte por el Noroeste...

19 de mayo de 2010

La extraña pareja o el flirt entre lápidas




Quien no ame el vino, las mujeres y las canciones, será un estúpido toda su vida.

(Martín Lutero)

Harold and Maude (1971), de Hal Hashby

El cine nunca dejará de sorprendernos, bendito sea. Reconozcámoslo: la inminente “revolución del séptimo arte” que pregonan los acérrimos de meros espectáculos visuales como Avatar –cuyo guión podría haber sido escrito en cuestión de horas por un guionista del montón, y cuyo mensaje ecologista y fascinantes bichos habían sido elevados a la categoría de obra de arte en El Planeta salvaje en ¡1973!- se queda en injustificable obsesión de la industria por alargar historias de las cuales no puede extraerse mucho más.


Pues bien, la película que nos ocupa se encuentra en las antípodas de semejante parafernalia, hasta el punto de que ha conseguido que superara mis reticencias hacia todas aquellas obras que han sido etiquetadas bajo la denominación genérica de “comedia negra” y que, con honrosas excepciones como El verdugo (sigo pensando que el humor negro español es probablemente lo más original que ha dado nuestro país al cine, y que hasta que su profeta –Berlanga- no muera no será reconocido en su justa medida), Delicatessen o Monsieur Verdoux raramente merecen semejante calificativo. Me explico mediante una sencilla fórmula de raíz falsacionista: la mera unión de lo macabro y la chorrada no implica necesariamente el alumbramiento de una comedia negra.

Harold & Maude es, de hecho, su paradigma: la historia de un petimetre de diecinueve primaveras con aspecto marcianoide (Bud Cort) que trata de epatar a su relamida y controladora madre (Vivian Pickles) mediante sucesivos simulacros de suicidio. Semejante al Vincent de Tim Burton, carece de amigos, y su afición más remarcable consiste en asistir a funerales de gente desconocida, afición compartida con Maude (Ruth Gordon, la siniestra vieja de La semilla del diablo), cuasi octogenaria viuda de una vitalidad desbordante (imaginaos a un híbrido entre la típica abuelita anglosajona, Alexis Zorba y James Dean) y definitivamente amiga de lo ajeno. Los suyos son roles que generalmente encontramos invertidos en gente de sus respectivas edades, y representan las pulsiones de vida y de muerte, el nihilismo y el optimismo que van indisolublemente unidos, atracción escenificada en el romance nacido entre ambos, tan extravagante como –lo digo sincera y desprejuiciadamente- bello.


Pero Maude no es sólo la novia de Harold sino que, además, representa para él el papel de mentora, de senex (tópico de notable tradición cinematográfica, como podremos comprobar en El señor Ibrahim y las flores del Corán, Nunca en domingo, El club de los poetas muertos o el propio Zorba el Griego) que sabe que sus días están contados, y que introduce al joven barbilampiño en una nueva forma de observar el mundo circundante: la libertad y combatividad ante las actitudes totalitarias, la capacidad de tomar las riendas de la propia vida, la flexibilidad –por así decirlo- ante los límites impuestos por la ley y la capacidad de maravillarse ante la música, el arte y las cosas más sencillas son sólo algunas de las enseñanzas que se desprenden de una mujer de bandera, despierta y alocada. El desenlace –a alguno quizá le venga a la mente Quadrophenia- no decepcionará a nadie, y probablemente el mismísimo Séneca irrumpiera en aplausos al acabar a proyección (aquel que tenga la oportunidad de verla entenderá a lo que me refiero).

El camino iniciático emprendido por ambos no podría tener un acompañamiento musical más acertado que el de Cat Stevens (recordemos, si no, la temática de su mayor éxito, “Father and son”, que curiosamente no aparece en nuestro film), omnipresente a lo largo de todo el metraje y que, además, compuso dos de los temas de la BSO con motivo de la película: “If you want to sing out, sing out” y “Don’t be shy”.

Fantástico film de culto (en efecto, eso significa que fracasó en taquilla) es, además, la 45ª película más divertida de todos los tiempos según el Instituto Americano de Cine. Fue rodada en la zona de la Bahía de San Francisco en una época tan crucial como significativa (1971) y, no en vano, es una obra extrañamente existencialista y antibelicista (son diversas las referencias a la Guerra de Vietnam o –ésta casi imperceptible- a la Segunda Guerra Mundial, mientras que Victor, el tío militar de Harold es, a su vez, magistralmente ridículo) sin incurrir en tópicos cargantemente hippies de los cuales adolecían muchas producciones de aquel entonces. Aquí el trailer:



No se suiciden sin haberla visto previamente. Puede que, tras 94 minutos, cambien de opinión y utilicen la soga para el fin con el que fue concebida: evitar que nos caigan los pantalones.

Films Relacionados:

Nunca en domingo, de Jules Dassin (1960)
Zorba el griego, de Michael Cacoyannis (1964)
La semilla del diablo, de Roman Polanski (1968)
El Planeta salvaje, de René Laloux (1973)
Quadrophenia, de Franc Roddam (1979)
El club de los poetas muertos, de Peter Weir (1989)
El señor Ibrahim y las flores del Corán, de François Dupeyron (2003)

Otras comedias negras:

Monsieur Verdoux, de Charles Chaplin (1947)
La muerte de un burócrata, de Tomás Gutiérrez Alea (1966)
Vincent, de Tim Burton (1982)
Delicatessen, de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro (1991)
Happiness, de Todd Solondz (1998)

Artículo de Miguel Pérez

8 de mayo de 2010

La leyenda de Cool Hand Luke




El impulsivo Luke Jackson ha sido condenado a dos años de trabajos forzados. Su delito fue romper en plena borrachera un poste de aparcamiento. La vida en el penal es durísima, con compañeros castigados a penas mucho mayores, y la violencia, en presos y carceleros, un hábito del que nadie puede prescindir. Luke, veterano de guerra, no está dispuesto a ceder. Pero tendrá que pagar un precio por su pretensión de seguir siendo él mismo... (FILMAFFINITY)

Cool Hand Luke no es la típica película carcelaría. A caballo entre el cine clásico y el moderno, la película de Stuart Rosenberg, se distancia de las tramas clásicas de películas como La evasión, ( de Jacques Becker, 1960), Un condenado a muerte se ha escapado (de Robert Bresson, 1956) o incluso del gran precendente del cine de Hollywood, La gran Evasión (de John Sturges, 1962). En todos estos films, el principal leivmotiv era la huida de la prisión. No es el caso de Cool Hand Luke, puesto que este reducido grupo de hombres obligados a trabajos forzados, no cargan con grandes condenas en su mayoría, un año, dos años, quizás más, pero conscientes de que su libertad está a la vuelta de la esquina.


Lucas Jackson no cree en las normas sociales. No cree en la autoridad. Plagado de dudas, no encuentra su lugar tras volver de la guerra. A raíz de su inconformismo tintado de vandalismo recala en una prisión sureña obligado a realizar dos años de trabajos forzados. Lucas sonrie ante los jefes, ante los compañeros que ve todo el funcionamiento de la prisión como una farsa, un juego de autoridades con el que no se siente para nada identificado. Es por eso que tiene problemas de integración con sus nuevos compañeros, ya que no está dispuesto a recibir ninguna orden de ninguno de éstos, por mucho poder que crean tener dentro de los barracones. Tras unos primeros momentos de tensión con el bravucón Dragline “Drag” ( George Kennedy), pronto se convertirá en su “baby” tras demostrarle, en un informal combate de boxeo, que nadie ni nada puede pararle, que no va a ceder ante nada por mucho que su vida corra peligro. Así, tras una divertida partida de póker, recibe el nombre de “Cool hand Luke”, algo así como “sangre fría Luke”, haciendo un juego de palabras intraducible con la habilidad de éste de jugar con manos ( de póker) completamente vacías y ganar la partida.



Luke no tiene pretensiones de fuga, ¿para qué? No tiene a donde ir ni que hacer, al menos en prisión tiene algún objetivo, y los jefes no son demasiado duros si uno se ciñe a su trabajo, pero todo esto se viene abajo cuando Luke recibe la noticia de que su enferma madre acaba de fallecer y es obligado a pasar un día y medio en “la caja” con tal de evitar una posible fuga para ir a visitar el cuerpo de su madre. Esta injusta despota decisión, cambia el tono amable de la película, de fábula sureña de amistad con sueños de libertad, a otra fábula de aires bíblicos mucho más dura y profunda. En este momento es cuando Luke decide fugarse, simplemente como desafío a un sistema injusto y empieza a convertirse en un modelo para los demás, una especie de pseudo-Jesucristo que ha de sufrir su propio calvario, ya que al igual que Cristo su castigo se convierte en ejemplo moralizante para los demás ( es evidente la analogía cuando, tras una dura jornada de tortura, es colocado en una mesa del barracón con los brazos en cruz o el intento de reconciliación con Dios, en la iglesia al final de la película). Él es consciente y aceptará su sacrificio, ya que posiblemente esto, el convertirse en modelo para los demás, sea lo único que ha tenido sentido en toda su vida.


Stuart Rosenberg, junto con el saber hacer del cinematógrafo Conrad Hall (autor de la fotografía de películas como Harper, A sangre fría, Dos hombres y un destino, Marathon Man o American Beauty) plantea una película con una fotografía realista, natural, con la insistente presencia del contraluz en un buen número de planos, posiblemente para introducir al espectador en este sofocante ambiente en el que se mueven los personajes, siempre a ritmo de canciones tradicionales sureñas como The Midnight Special o Cotton Field, interpretados magistralmente por Harry Dean Stanton. De la misma forma, el uso del contrapicado ( los jefes son presentados siempre en contrapicado) sirve para distinguir de forma radical la posición social de los diferentes grupos de personajes, especialmente al “hombre sin ojos”, el caso más significativo, y representativo del concepto de libertad, al que Luke consigue vencer por un momento con su desafío, con su cool hand, pero eso sí, con una sonrisa en la boca.

Letra de Plastic Jesus (en el video), interpretada por Luke tras la noticia de la muerte de su madre

I don't care if it rains or freezes
Long as I've got my plastic Jesus
Sitting on the dashboard of my car
Comes in colors pink and pleasant
Glows in the dark cause it's iridescent
Take it with you ... when you travel far.

Get yourself a sweet Madonna
Dressed in rhinestones sitting on a
Pedestal of abalone shell
Going ninety I ain't scary
Cause I've got the Virgin Mary
Assuring me that I won't go to hell.

(repeat 1 time)


Artículo de David Boscá

27 de abril de 2010

Una invención diabólica o el fabuloso mundo de Julio Verne




Uno de los pioneros del cine de animación europeo es el, desconocido por el gran público, checo Karel Zeman. Comenzó sus andaduras en el mundo de la publicidad, pero en seguida dio salida a una de sus inquietudes artísticas más recurrente, la animación de marionetas, un arte de fuerte arraigo en Chequia.

En 1946 realizaría su primer cortometraje, El sueño de Navidad, que resultaría premiado en el festival de Cannes. También supondría el posterior desarrollo de una serie de historias con el señor Prokuok, presente en el corto anterior, como protagonista absoluto de un buen número de cortometrajes. Su chispa creativa no se vio frenada en ningún momento y parió algunos de los cortos visualmente más interesantes de la historia de la animación, como Inspiración, 1949, creando un mundo a partir de figuras y escenarios construidos en vidrio, de una delicadeza absoluta. También coqueteó con la animación más minimalista y por supuesto, con la integración de la animación stop motion en universos “live action” reales.



Después de Viaje a la prehistoria, 1954, su primer largometraje, Zeman consiguió cumplir uno de sus sueños de siempre: adaptar la obra de Julio Verne a la gran pantalla. Otro punto en común entre el director checo y el mago francés George Méliès. La premisa inicial no podía ser más interesante, y el enfoque elegido, tres cuartos de lo mismo. Adaptar varias novelas del escritor francés dándole a la cinta un look visual que pareciese sacado de los grabados que Riou y Bennet crearon para las ediciones de lujo de la obra de Verne. Para ello, utilizó la técnica del esgrafiado en todos los elementos del film, simulando de esta forma el acabado propio de una plancha de acero. Combinando actores reales con marionetas y animation stop motion, el resultado es mágico, realmente cautivador. En la película se dan cita algunos de los temas más recurrentes de la obra de Verne: el futurismo, las máquinas voladoras, los grandes inventos, en definitiva, la ciencia más visionaria.


Wes Anderson seguro que tuvo este film en cuenta ( el parecido es más que razonable), a la hora de diseñar el submarino de The Life Aquatic with Steve Zissou,2004 con la ayuda del cineasta Henry Selick (director de Pesadilla Antes de Navidad, 1993 o Coraline, 2009 o animar su última película, Fantastic Mr. Fox, 2009, a partir de un relato del también fascinante escritor Roald Dahl.

Otras adaptaciones de Julio Verne:

Viaje a la luna, 1902, de Georges Méliès
20.000 leguas de viaje submarino, 1954, de Richard Fleisher
La vuelta al mundo en 80 días, 1956, de Michael Anderson
De la Tierra a la Luna, 1958, de Byron Haskin
Viaje al centro de la Tierra, 1959, de Henry Levin
El amo del mundo, 1961, de William Witney
La isla misteriosa, 1961, de Cy Endfield
Los hijos del capitán Grant, 1962, de Robert Stevenson
La luz del fin del mundo, 1971, de Kevin Billington


Artículo de David Boscá

8 de abril de 2010

La distopía del código 46




"Si una pareja tiene compatibilidad genética igual o superior al 25%, no podrá relacionarse sexualmente ni concebir prole. De hacerlo, el feto deberá ser inmediatamente eliminado y ambos sufrirán prisión, o exilio".

Código 46

Shanghai, en el futuro. Un futuro donde los recuerdos pueden ser borrados y los peligros pueden predecirse. William (Tim Robbins) es enviado a dicha ciudad para investigar un fraude en la compañía de seguros Sphinx. William tiene un virus que le permite leer las mentes de las personas. Maria (Samantha Morton) trabaja en Sphinx creando "papelles", un documento del seguro indispensable para que la gente pueda hacer cualquier cosa. María es la persona que está cometiendo el fraude, vendiendo "papelles" falsos a la gente a la que Sphinx rechaza asegurar. Williams descubre que Maria es culpable y que debe ser entregada a las autoridades, pero se enamora de ella. (FILMAFFINITY)

Desde la aparición de la ciencia ficción en la literatura, algunos autores de la talla de Crl Sagan o Isaak Asimov señalan a Somnium (1623) de Johannes Kepler como el primer relato, y Frankenstein de Mary Shelley como el primer punto y aparte, ha ido creciendo temáticamente con el paso de los años. Al siglo XIX se le debe en gran parte el concepto de anticipación, y dos de los más grandes autores decimonónicos de la novela de aventuras, H.G. Wells y Julio Verne. Tras unos cuantos años dorados empieza a germinarse lo que será denominada la ciencia-ficción dura (hard) en la que autores como Arthur C. Clark o Isaak Asimov barajan complejos argumentos científicos para hacer todavía más creíbles sus historias, serían sin embargo los rusos y otros autores del este los que combinarían con mayor puntería estos argumentos duros con la reflexión y la introspección explorando temas filosóficos. Es el caso por ejemplo de Stanislav Lem y su modernísima Solaris (1961). En paralelo llegaron autores como Orwell o Huxley con sus pesimistas relatos que condicionarian la literatura posterior. A partir de los años 80 y en plena eferverscencia de la informática, empezaron a germinar los nuevos género cyberpunk, el steampunk o el biopunk, centrado este último en los grandes avances de la biotecnología y reflejado magistralmente en la película Gattaca, de Andrew Niccol (1997).



No es casualidad que haya empezado mi discurso con Carl Sagan y haya cerrado el párrafo anterior con Gattaca, ya que la película de Michael Winterbottom, muy deudora del film de Niccol recorre hábilmente en ocasiones, torpemente en otros momentos, el abanico de posibilidades temáticas de la ciencia-ficción universal.


Plantea como eje básico argumental la distopía, o lo que es lo mismo la utopia perversa, una sociedad ficitica que dista enormemente de lo que entenderíamos por perfecta. Al igual que Gattaca, retoma el problema genético y lo convierte en un (por no decir el peor) enemigo de la humanidad, que condicionará implacablemente el destino trágico de los ciudadanos. La globalización extrema (reflejada incluso en el lenguaje) con sus catastróficas consecuencias no es más que la evolución democrática del universo orwelliano al que, desgraciadamente, nos embarcamos prácticamente sin despeinarnos.

Las comparaciones con Blade Runner, de Ridley Scott (1982), Eternal Sunshine of the Spotless Mind , de Michel Gondry (2004,estrenada un año después) o Lost in Translation, Sofia Coppola (2003, del mismo año) son inevitables. Una vez más el caprichoso destino se encargó de agrupar cintas tan similares en un periodo tan corto de tiempo.


No son pocos los que han tildado a Código 46 de fría, pedante y aburrida, con mayor o menor acierto. No cabe duda de que el film ofrece una mirada aséptica, quizá demasiado desapasionada pero justificada, sin lugar a dudas, por la historia de Frank Cottrell Boyce. Winterbottom lleva lo más lejos que puede su estilo visual en clave de esta percepción aséptica, y lo consigue, en parte por la preciosista fotografía de A.H. Kuchler y Marcel Zyskind y la fantástica elección de Stephen Hilton y David Holmes para la composición musical que consigue embriagar al espectador y dirigirlo prácticamente hacia un estado de hipnosis (siempre consciente y voluntaria) visual, paradójicamente onírico en esta apática sociedad, construido con una inteligente sobreexposición de la fotografía. A diferencia del film de Coppola, aquí las luces de Shanghai o los rascacielos de Dubai ejercen como laberintos tecnológicos que deshumanizan todavía más al ser humano y potencian, de la misma manera que Lost in Traslation, la fuerza del amor y la supremacía de la condición humana frente a las diversidades.


Es una lástima que la puesta en escena en lugar de servir de herramienta al relato se anteponga a todo, restando credibilidad y fuerza a lo que tiene que primar por encima de todo: la historia. Dudo si era el objetivo último del director, aturdir al espectador y llevarlo a este terreno irreal ( de la misma forma que Won Kar-Wai) , donde, al igual que en los sueños, los acontecimientos transcurren sin atender, en ocasiones, a razón alguna.

La distopía hecha cine:

Fahrenheit 451 (1966), de François Truffaut
El planeta de los simios (1968), de Franklin J. Schaffner
THX 1138 (1971), de George Lucas
La naranja mecánica (1971), de Stanley Kubrick
El proceso (1972), de Orson Welles
Soylent Green (1973), de Richard Fleischer
La fuga de Logan (1976), de Michael Anderson
Escape from New York (1981), de John Carpenter
Blade Runner (1982), de Ridley Scott
1984 (1984), de Michael Radford
Brazil (1985),de Terry Gilliam
Akira (1988), de Katsuhiro Ôtomo
Doce monos (1995), de Terry Gilliam
Días Extraños (1995), de Katrhryn Bigelow
Gattaca (1997), de Andrew Niccol
The Matrix (1999), de los hermanos Wachowsky
Equilibrium (2002), de Kurt Wimmer
Hijos de los hombres (2006), de Alfonso Cuarón
A Scanner Darkly (2006), de Richard Linklater
The road (2009), de John Hillcoat

Artículo de David Boscá

4 de abril de 2010

La chica que saltaba en el tiempo




Todas las cosas nos son ajenas; sólo el tiempo es nuestro.

Lucio Anneo Séneca.


La joven Makoto esta probablemente viviendo los mejores años de su vida, disfruta junto a sus amigos Chiaki y Kosuke de los últimos días de instituto, de la ausencia de grandes responsabilidades. Juntos recuerdan los días de verano, y hablan de sus pequeñas preocupaciones mientras juegan a béisbol. Tras un desastre de día, Makoto descubre asombrada que tiene la capacidad de viajar hacia atrás en el tiempo dando grandes brincos y comienza a utilizar su nueva habilidad para evitar los problemas y alargar esos preciosos días de su adolescencia. Claro que, viajar en el tiempo tiene sus inconvenientes…

El viaje en el tiempo se ha convertido con el paso de los años en un subgénero de la ciencia-ficción a tener en cuenta. Llegó tarde, salvo alguna rareza olvidada, en la década de los 50-60 pero lo hizo con tanta fuerza que encontramos viajes en el tiempo en el cine de aventuras, El tiempo en sus manos, de George Pal (1960),Time Bandits, de Terry Gilliam (1981), en el cine de acción, The Terminator, de James Cameron (1984), Star Trek: First Contact, de Jonathan Frakes (1996), El final de la cuenta atrás, de Don Taylor (1980), El experimento filadelfia, de Stewart Saffill (1984), o en el thriller, 12 monos, de Terry Gilliam (1994), Frequency, de Gregory Hoblit (2000), Donnie Darko, de Richard Kelly (2001), El efecto mariposa, de Eric Bress & J. Mackye Gruber (2004), o Primer, de Shane Carruth (2004). Con el gran precedente de la trilogía de Back to the future, de Robert Zemeckis (1985) el viaje en el tiempo llegó a la comedia y se produjeron películas como Las alucinantes aventuras de Bill y Ted, de Stephen Herek (1989), Los visitantes, de Jean-Marie Poiré (1990) o Groundhog day, de Harold Ramis (1993). La televisión no podía ser menos y tras el éxito de Doctor Who (1963-1989) los viajes en el tiempo se convirtieron en un tema recurrente de la pequeña pantalla, los vemos en Quantum Leap (1989-1993), Sliders (1995-2000), Twilight Zone (1959-1964), Journey man (2002), Lost (2004-2010) o Life in Mars (2006).

Sorprendentemente, el cine de animación no pareció demasiado interesado en el tema ( dejando de lado algunos hilos argumentales ), no encontramos ninguna película referencia hasta Toki wo Kakeru Shōjo ( La chica que saltaba en el tiempo) en el año 2006.



La película, producida por Madhouse (responsable de series como Death Note o Monster) y dirigida por Mamoru Hosoda habla del paso del tiempo, de la ausencia de los días pasados, de la juventud, de la magia de aquellos días exentos de preocupaciones, del amor primerizo. La ciencia-ficción es una bonita excusa para sacar a la luz los sentimientos de Makoto, para obligarla a romper el fragil cascarón de la inocencia y enfrentarse por primera vez en su vida a la dureza de la toma de decisiones presente contínuo de la vida del adulto.


Cercana a Efecto mariposa (2006) es posiblemente la película más elegante de viajes en el tiempo realizada hasta la fecha. Cargada de bellas imágenes (perfectamente acordes al sentimiento de inocencia y pureza que desprende el film) que bien podrían formar parte de alguna pieza de autor europeo, se recrean, al igual que estos autores en la introspección, en la melancolía pero sin dejar de lado el humor ( la patosa Makoto), e incluso el suspense ( cerca del final, termina rompiéndose el climax en una secuencia que parece sacada de Cashback, de Sean Ellis, 2004).


La chica que saltaba en el tiempo, no deja de ser un producto shōjo manga (dirigido especialmente a chicas adolescentes), aunque es cierto que cualquiera puede disfrutarla y sentirse identificado con la protagonista. También puede ser que en algunos momentos abuse de la ñoñería y el infantilismo, por otra parte, siempre presentes en la sociedad japonesa y únicamente comprensibles mediante ejercicio de empatía. Posiblemente sea el desenlace lo más flojo de la película. Dejando a un lado la ciencia-ficción durante gran parte del metraje (siempre presente pero en segundo término) cuando realmente aparece como protagonista nos extraña e incluso nos parece fuera de lugar. Aún así, personajes marcianos como la tía de Makoto (tan presente en el shōjo manga) incluidos, la película es un punto y a parte en el cine de animación contemporáneo.

Desgraciada y sorpresivamente, La chica que saltaba en el tiempo sigue sin estar editada en nuestro país y es necesario encomendarse a aquello que la ministra de cultura trata de desterrar para poder disfrutar de una pequeña joya de la animación japonesa.

Artículo de David Boscá

1 de abril de 2010

Por un puñado de rockumentales




Polar:Home (2008, Pau Martínez y Gabi Ochoa, 2manyproducers)

El documental se centra en el último disco de Polar, que por aquel entonces era Comes With A Smile, y que en la misma fecha celebraban su décimo aniversario como banda. La realización corre a cargo de dos directores valencianos, Pau Martínez y Gabi Ochoa. A lo largo de su hora y tres cuartos de duración, se nos muestra la vida y los entresijos del grupo independiente valenciano que trabaja duro para sacar adelante su mayor sueño, vivir de la música. La cámara empieza grabando en del estudio, en el local de ensayo, recogiendo momentos de composición y oscuridades artísticas, y termina juntando todos estos momentos en la promoción final del álbum. Narrativamente el documental se apoya en imágenes de recurso, como ensayos, directos, viajes, y en entrevistas con los miembros de Polar, sin dejar de lado los testimonios de gente del mundo de la música, locutores de radio, productores, etc. Finalmente, cuando termina la película, es cuando nos damos cuenta que hemos confraternizado con estos músicos, que los conocemos bien y que se han establecido lazos de empatía de forma involuntaria. Para mí ese es el mayor logro de este sencillo, pero efectivo, rockumental.

Aquí el videoclip Tomorrow dirigido por los responsables del documental:



DiG! (Ondi Timonir, 2004)


Si en Polar:Home encontramos un ambiente calmado, o tenso pero sin ser violento, en DiG encontramos todo lo contrario. Sólo rock'n'roll y locura. Hay música, creatividad, dudas, drogas, éxito, grandes cantidades de ego, indies, poppies, hippies, policias, peleas, más drogas, antros, clubes, pubs, industria, dinero, locura, y muchísimas situaciones más. El documental, dirigido por Ondi Timonir, recoge las trayectorias, durante siete años, de dos bandas norteamericanas que se hicieron famosas a mitad de los noventa, The Brian Jonestown Massacre y The Dandy Warhols. Al principio el grupo de los Warhols amaba e idolatraba a los Jonestown, pero poco a poco esta relación se volvió insana y terminó en un odio atroz, aunque siempre con respeto. El documental de Timonir se convierte en una experiencia de lo más interesante, ya que vemos como el grupo TBJM termina destruyéndose por no adaptarse a la industria discográfica, mientras que la banda liderada por Courtney Taylor consigue finalmente el éxito tan anhelado. El film hace recapacitar al espectador sobre el éxito, la música, la vida en la carretera y sobre los principios que uno debe seguir si forma parte de este underwolrd cultural.

Sólo por ver el montaje, con un ritmo trepidante y una narrativa sólida, que resume siete años, vale la pena dedicarle una hora y cuarenta minutos. Creo que se ha convertido en el mejor rockumental que he visto en años. Al menos por todo lo que resume.

La magnífica edición que ha editado Avalon viene con un DVD extra con material no editado, conciertos y una pista que recoge entrevistas con los protagonistas años después de haber terminado el documental.

Aquí el trailer del documental



Artículo de Rubén S. Ferrer

De latir mi corazón se ha parado




Unas pocas semanas atrás, el estreno de Un profeta deslumbró a todos aquellos que, como yo, sienten una profunda admiración por los dramas carcelarios y que, con satisfacción, veían cómo el género experimentaba un nuevo auge gracias a la aparición de las excelentes Celda 211 o a Shutter Island y algunas de sus referencias al cine patibulario, desgraciadamente no tan frecuente (según pensamos muchos) como debería: La evasión, El hombre de Alcatraz, Fuga de Alcatraz, Papillon, Un condenado a muerte se ha escapado, La gran evasión, Cadena perpetua son algunas de sus films más representativos pero ¡ay! nos saben a poco.


La curiosidad y el consejo de algún amigo más ducho que yo en la cinematografía de la patria de Robespierre (¡gracias Raúl!) me impulsó a visionar éste otro trabajo (2005) de Jacques Audiard que, a pesar de ser un remake de Melodía para un asesino de James Toback, en mi opinión mejora la obra que lo inspira. No obstante, no deja de ser cierto que el título del original es bastante más acertado, pues la forzada traducción al español de De battre mon coeur s'est arrêté obliga a un hipérbato ripioso.

Romain Duris interpreta a Thomas Seyr, violento joven que se dedica al innoble arte de desahuciar a inquilinos morosos –o sencillamente ilegales- de sus viviendas: entre sus múltiples recursos para desempeñar su función –desempeñada en Valencia, como es sabido, por cierta empresa de seguridad cuyo nombre obviaré- se encuentran las amenazas, la violencia o la cobarde estrategia de instalar la insalubridad en esos hogares. De hecho, odia la sordidez y la insania intrínsecas al “negocio inmobiliario” y a los negocios que por él pululan, del mismo modo que se odia a sí mismo por lo que hace, y por haberse dejado introducir en semejante desatino por influencia de su padre (Niels Arestrup, que interpreta a otro personaje poco recomendable –el mafioso corso- en la ya mencionada Un profeta), un rentista pragmático (con ese pragmatismo, podríamos afirmar, que ha hecho de la nuestra una sociedad esquizoide y triste como la protagonista de La pianista de Haneke: “hay quien cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego”, decía Tolstoi) y problemático para su hijo a partes iguales. Tom, en cambio, heredó de su fallecida madre –reconocida concertista de piano- el talento y un carácter hipersensible. Precisamente el encuentro con un antiguo amigo de ésta provoca el resurgimiento de su vocación musical con un renovado vigor que roza lo febril. Llegados a este punto, muchos comenzarán a atar cabos y a comparar nuestro film con Mi vida es mi vida de Bob Rafelson y, curiosamente, y una vez comprobado que median ocho años entre ésta (1970) y la citada Melodía para un asesino (1978), no es tan inverosímil pensar que la una pudiera inspirarse en la otra.



En fin: Seyr decide prepararse para una audición tras diez años sin tocar, motivo por el cual comienza a asistir a clases particulares de piano impartidas por una concertista vietnamita, cuya principal particularidad reside en que no habla francés ni lo más mínimo. Será la música, serán sus dedos deslizándose saltarines sobre las teclas de un piano de cola, los que tenderán un puente para el mutuo entendimiento. Mientras tanto, el padre del matón reconvertido a artista (naturalmente en desacuerdo con su hijo, como en el caso de Billy Eliott de Stephen Daldry) se va metiendo hasta el cuello en un cul-de-sac con la mafia rusa que le saldrá muy caro…


¿El desenlace? Aventuraos vosotros mismos en esta mezcla de género negro, crítica social, drama musical, película iniciática y reflexión estética tan bien ensamblada -casi exclusivamente, eso sí, alrededor del protagonista. En resumen, el film de Audiard vuelve a hablarnos del clásico tema (¿es que acaso existe otro?) de la polaridad existente en el ser humano y, de forma más patente, en aquellos seres dotados de un genio creador, de ese daimon único e intransferible que -a juicio de Heráclito- cada uno poseemos, y que en su tensión alberga todas nuestras potencialidades, ya sean constructivas o destructivas.

Los 8 Premios César, incluyendo mejor película y mejor director, así como el premio a la mejor banda sonora en Berlín de De latir mi corazón se ha parado, avalan esta historia de redención a través de la música (curioso, la peli de mi anterior y primer post también podría definirse como tal) salpicado por las notas de Haydn y por la electrónica de Télépopmusik.

Filmografía relacionada:

Tirad sobre el pianista (Tirez sur le pianiste, François Truffaut, 1960)
Mi vida es mi vida (Five easy pieces, Bob Rafelson, 1970)
Melodía para un asesino (Fingers, James Toback, 1978)
El piano (The piano, Jane Campion, 1993)
Shine (Scott Hicks, 1996)
Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000)
La pianista (La pianiste, Michael Haneke, 2001)
El pianista (The pianist, Roman Polanski, 2002)

Artículo de Miguel Pérez




30 de marzo de 2010

El desconocido Tornatore




La desconocida (2006), de Giuseppe Tornatore

Tornatore nos regaló su obra Nuovo Cinema Paradiso contando algunos aspectos biográficos de su vida, tal y como lo hizo Fellini en 8 ½ o Amarcord,nos robó el corazón con esta obra maestra… desde la perspectiva de la vieja escuela italiana. Después se introdujo de lleno en el género del thriller, algo que tiene poco que ver con su firma.

Aunque el género sea especialmente ajeno a él, y su estilo fuera de alguna forma muy ortodoxo, el largometraje del director romano, nos deleita con un guión nada convencional y fresco donde el mismo personaje es la propia estructura del paradigma narrativo.

Tuve la oportunidad de ver esta película en Roma, en un pequeño cine de barrio entre la via Nazionale y Piazza Repubblica. Echaba de menos un buen thriller europeo y conociendo la trayectoria de géneros del director y estilo, compré las entradas sin generarme grandes expectativas. Cogí un folleto donde se informaba de las ofertas de proyección en ese mismo cine y pude leer:

Llegada hace unos años de Ucrania, Irena (Kseniya Rappoport) vive en una ciudad gris del norte llevando consigo una pena secreta. Su vida se parece irremediablemente a la de otras chicas procedentes de los países del Este: un sinfín de violencias, humillaciones y explotación día tras día. Sólo un recuerdo agradable: el de un amor intenso, truncado bruscamente. Llegada a los treinta años, busca trabajo y pide ayuda: por fin se coloca en una acomodada familia de orfebres, los Adacher y se convierte rápidamente en una presencia determinante para la pequeña Tea. Desgraciadamente, el aparente equilibrio alcanzado está destinado a romperse: desde el pasado ya no asoman sólo pesadillas y visiones, sino que vuelve también su maltratador de antaño, conocido como "Muffa" (Michele Placido), que la arrastra en una cadena de nuevos horrores. 
Pero Irena está cerca de alcanzar su propio objetivo, y no quiere detenerse…



Desde la sinopsis no me pareció un thriller que sea digno de una especial mención, pero desde la perspectiva paradigmática, desde el género y sobre todo, desde la mirada subjetiva… no tuve más remedio que quitarme el sombrero mientras se me escapaba un “¡Bravissimo!”


El paradigma narrativo tiene una linealidad temporal y estructural por norma general, que de va de A a B y de B a C…además lo podemos resumir en: Planteamiento y presentación de personajes; nudo-desarrollo de la historia y por último desenlace. Tornatore baraja estos bloques y la dirección temporal como si fichas de dominó se trataran y crea el planteamiento de la historia descrito como una bocanada de aire fresco. Es decir, por un lado no presenta al personaje principal en las primeras secuencias sino que es la identidad del personaje es lo que sustenta toda la trama.


El flash-back es el recurso que permite a Tornatore presentar a cuentagotas a Irena. El pasado es el catalizador activo de la trama y es el mismo pasado (Muffa) quien se manifiesta en el presente sin tener muy claro el quién es Irena y cual es su objetivo. Es decir, desde el punto de vista manierista… si se justifican las acciones de la protagonista o no.

Por eso el espectador se siente completamente intrigado y absorto en la historia porque durante toda la película le plantean muchas incógnitas sin hacerle perder un hilo que ha sido tejido muy finamente.


No obstante hay que destacar que sus imágenes están cargadas de muchísima fuerza compositiva y drámatica. La ausencia de color en las ciudades industriales del norte de Italia y la oscuridad que Morricone otorga a la banda sonora, ha conseguido que “La Sconosciuta” sea un film de tintes y atmósferas muy acertados. Toda una obra maestra, una vez más, del maestro Tornatore.

Si te gustó La sconosciuta:

Shadow of a doubt, de Alfred Hitchcock (1943)
Sunset Boulevard, Billy Wilder (1950)
The tenant, de Roman Polanski (1976)
Une Pure formalité (1994), de Giuseppe Tornatore
La leggenda del pianista sull'oceano, Giuseppe Tornatore (1998)
Io non ho paura, Gabriele Salvatores (2001)
Il y a longtemps que je t'aime, Philippe Claudel (2008)

Artículo de Pepo Ruiz

29 de marzo de 2010

Juego mortal en la Italia futurista de los sesenta




La Decima Vittima (1965, Elio Petri)

Tras terminar mi artículo de Fellini 8 1/2 me puse a revisar la filmografía de Marcello Mastroainni, un auténtico galán y uno de los mejores actores que ha parido el cine italiano. De entre todas las películas de los sesenta me llamó la atención este film de 1965 por ser ciencia ficción y por compartir cartel con la sex-symbol del momento, Úrsula Andress.

En un futuro muy lejano nace un deporte conocido como “La Gran Cacería”. Consiste en convertirse en víctima y cazador, según indique el Ministerio de la Caza, y por lo tanto la persona designada como cazador debe eliminar a su víctima, la cual puede matar a su cazador. El número de veces que pueden participar está limitado a diez. Quien sobreviva conseguirá ser laureado como un auténtico atleta, además estará recompensado con una cuantiosa suma de dinero.

Marcello Polletti (Marcello Mastroianni), un reputado cazador, es designado por la máquina del Ministerio como víctima. Su cazadora, como podemos imaginar, es la espectacular Úrsula Andress, en el papel de la norteamericana Caroline Meredith. Durante la persecución ambos personajes establecen un juego de seducción que les llevará poco a poco a enamorarse. Sin embargo esta relación se verá interrumpida por la situación amorosa de Marcello, en pleno trámite de separación y con una amante que quiere casarse con él. Caroline, conocedora de la situación, y con gran interés por conseguir a su víctima, hará todo lo posible por atraparlo entre sus brazos.



La película de Elio Petri, basada en un relato corto del escritor de ciencia ficción de Robert Sheckley, se ha convertido, con el paso de los años, en un referente. En primer lugar porque dio origen a ese subgénero que podríamos denominar “de cacería”, en la que víctimas y ejecutores se persiguen con tal de conseguir sus objetivos, matar/escapar, los cuales siempre están relacionados con la victoria y la libertad. Al citar este subgénero nos vienen a la mente varias películas, entre ellas The Running Man (1987, Paul Michael Glaser) basada en una historia de Stephen King (podemos hablar de plagio tranquilamente). Respecto a su trascendencia me gustaría añadir que las fembots de Austin Powers están sacadas directamente de esta película, concretamente del baile de Úrsula en un club, donde asesina a su víctima disparando dos balas que salen de su minúsculo y brillante bikini.


La Víctima Número 10 también es un referente de la ciencia ficción. Rodada en los años en los que este género se encontraba en plena expansión, cuando las historias se habían alejado de los monstruos, de los seres atómicos y de otros planetas, para empezar a viajar hacia universos inimaginables (ya fueran internos o externos). Al mismo tiempo el futuro se convertía en un contexto de lo más suculento, un auténtico caldo de cultivo para historias increíbles. La película de Petri está considerada, junto a la Barbarella de Vadim, como una pieza de ciencia ficción kitsch europea. Una auténtica joya de la cultura pop en las que encontramos referencias a cómics clásicos, cámaras de Súper-8, decorados compuestos por imágenes estereoscopias, guateques, mini faldas, cuellos mao, decorados minimalistas, pantalones de pitillo, etc. Iconos que hoy en día están de moda y altamente cotizados por ese sector pijo que dice “pero mira que retro”.

Por último quería añadir que en la historia de Petri encontramos no sólo ciencia ficción y cacerías de humanos. Este film italiano tiene un toque a la comedia de enredo que he comentado en otros artículos. Contiene elementos de la comedia de enredo, de la comedia dell’arte y del cine neorrealista. No sólo vemos el típico lío de faltas del macho italiano y el carácter de las mujeres italianas; también se deja ver el peso de la religión y la familia en el personaje de Marcello y la libertad sexual en el de Caroline. En el film hay una escena en la que ambos personajes comparan su forma de ver el matrimonio, él como un acto de amor que debe pasar por la iglesia, y ella como una formalidad más. Estos abismos culturales confluyen en un final sorprendente y surrealista.

La Decima Vittima, un film retro de culto y altamente kistch, que cumplirá las expectativas de los amantes del cómic, de la ciencia ficción y de las bandas sonaras beat, ésta compuesta por Piero Piccioni.

Otras películas del subgénero “corre, corre que te pillo”:


Rollerball (1975, Norman Jewison)
Death Race 2000 (1975, Paul Bertel)
Le Prix Du Danger (1982, Yves Boisset)
The Running Man (1987, Paul Michael Glaser)
Battle Royale (2001, Kinji Fukasaku)
The Condemned (2007, Scott Wiper)


Artículo de Rubén S. Ferrer